25 de septiembre de 2012

El 25-S y las torpezas de la topera

No hay más ciego que el que no quiere ver, pero no hay refrán antiguo sino mentira vieja y la prueba está en quienes llevan 9 meses dando palos de ciego con la torpeza del topo abandonado por l´Infant Terrible en una cancha de baloncesto. No es que no quieran… ¡es que no ven! Y a pesar de que saben que otros han caído o están cayendo en el intento, ellos siguen buscando la salida en el suelo; tratando de meter el morro a través del barniz del parquet imposible de romper.

Grecia: dos rescates y cinco planes de ajuste después, su continuidad en el Euro está en la cuerda floja, la tasa de paro roza el 22%, y el PIB acumula una caída del cercana al 14%,  han aumentado suicidios y emigración, se ha deteriorado la salud… es un país en quiebra. Portugal: un rescate de 80.000 millones y cuatro planes de austeridad después, ha alcanzado cifras record en emigración, el desempleo se ha disparado al 15%, es un estado torturado con una calificación de 'bono basura'.

¡Y ese es el camino a seguir!  El de la quimera que nos impone quien está sacando pingües beneficios del sufrimiento que, sin embargo, sí mantiene despiertos y con los ojos bien abiertos a millones. Cientos de miles en Portugal han conseguido frenar la cabezonería del topo Passos Coelho. En España tenemos hoy una  oportunidad para que escuchen los que no ven, en una acción que -paradójicamente- ha promovido otra ciega.

La inteligente mudanza del hoy octogenario Adolfo Suarez, que trasladó la sede de la Presidencia del Gobierno a la inexpugnable fortaleza de La Moncloa, quizás tenga parte de culpa en que el lema de la protesta no sea ‘Rodea la Moncloa’, sino ‘Rodea el Congreso’. Pero la verdadera responsabilidad hay que buscarla en la torpeza de la topillo Cifuentes que, a finales de invierno, ante la sentada pacífica del hartazgo, decidió envolver en celofán la Cámara Alta. Incluso durante el calor de agosto, cuando no quedaba nadie dentro, la delegada del Gobierno mantuvo el cerco de vallas azules en una provocación legítimamente interpretada como el secuestro de lo que es de todos. Nuestro es el Parlamento, sede de la soberanía popular,  aunque lo hayamos arrendado durante cuatro años a ciegos y obtusos…  pero también a quienes -¡ojalá!- hoy tengan el coraje de romper el desmesurado cerco policial para situarse al lado de la ciudadanía. Y lo que hoy ocurra allí será responsabilidad exclusiva de quién lo provocó... con poca vista y menor amplitud de miras.  

La topera con el suelo de parquet barnizado por el que algunos intentan meter el morro buscando una salida está en otro lado: unos 4 kilómetros al noroeste de la Carrera de San Jerónimo.

Dicho lo cual ¡nos vemos a las 6… rodeando a los que no ven!
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21 de septiembre de 2012

La más larga historia de amor

Ella terminaba su jornada laboral cuando se conocieron. No había sido un buen día después de otra noche sin dormir. Hacía calor a pesar de que el verano apuraba sus días de septiembre y, entre la congoja, los sudores y el sueño, estuvo a punto de hacer la ola cuando vio llegar el autobús. Apagó el cigarro en el asfalto y sacó el iPhone del bolso para entretener el trayecto mientras se acomodaba en uno de los últimos asientos. En ese momento una voz grave pero dulce, de acento francés, interrogó desde la puerta a su derecha: ¿es el augtovù que vá a T-cuatgo?

Ojos verdes tono semáforo, piel aceituna y pelo marrón roble con las vetas blancas de la madurez que embellece; vaquero azul maltratado, deportivas y una T-shirt holgada que mostraba un orgulloso brazo izquierdo arrastrando una maleta de ruedas. Apenas tardó medio segundo en girar la cabeza y hacer la radiografía; las mismas cinco décimas que necesitó para enamorarse mientras contestaba a su pregunta, con el índice moviéndose a derecha e izquierda: ¡no, no, no! 

¡Idiota. Tenía que haberle engañado! Pero el bote del corazón ralentizó la neurona y el medio segundo no bastó para la sibilina treta. Así que las puertas comenzaron a cerrarse cuando él, sin dejar de mirarla, se apeaba del autobús. Y, mientras ella -temerosa de que pudieran hacer daño a su hombre- gritaba arrebatada ¡CUIDADO! al conductor, la goma negra sólo logró rozar la camiseta blanca dejándolo marchar. Los pasajeros voltearon la cabeza para mirar a la histérica, pero la histérica... ya sólo tenía ojos para él.

Y a través de la ventanilla le señaló, con el dedo que no debía haber movido antes, dónde estaba la parada de su autobús. Y no dejó de observarle atontada mientras el vehículo se alejaba y él caminaba devolviéndole el sentimiento con los ojos verde semáforo fijos en ella y la boca de acento francés regalándole la sonrisa más limpia, cálida y tierna. Inseparables separados -ella en Madrid; él rumbo a París, tal vez a Lyon o a Tombuctú- después de tres segundos en los que se obsequiaron con todo el deseo, la entrega y todo el amor de la más larga historia... en la más breve. Mucho más que el tiempo que has empleado tú en leer el más cursi de los post.
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12 de septiembre de 2012

Sueño LI: Lo guardo para mí...

...porque ha sido intenso como pocos, desbordante, saturador; porque he disfrutado, reído ¡llorado! y porque me he dejado asombrar; porque, durmiendo, he estado más viva que nunca y el despertar ha sido un atraco a punta de pistola contra la pasión; y, sobre todo ¡sobre todo! porque no consigo acordarme de lo que soñé.
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